domingo, 15 de febrero de 2009

Lección emocional


Durante los últimos siglos de nuestra historia, el genero humano ha visto cómo se le despojaba paulatinamente de aquellas características que había considerado especiales y únicas en su especie. Hubo un tiempo en el que la Tierra era el centro del universo, pero Galileo nos arrebató la idea del antropocentrismo. Al menos, seguíamos siendo muy distintos a los animales, pero Charles Darwin se encargó de situarnos en el plano que nos correspondía... Bueno, al menos los hombres tenemos emociones.Cuando el campeón del mundo Garry Kasparov (foto) perdió una partida de ajedrez en 1997 contra el ordenador "Deep blue", sintió que toda una vida de trabajo intelectual se había derrumbado ante las máquinas. Sin embargo, Kasparov decía que había algo que "Deep Blue" jamás podría conseguir:-Bueno - dijo el ajedrecista -. Pero esa máquina no ha disfrutado ganándome.Kasparov seguía siendo especial: tenía emociones.

El miedo al "afuera"


Esta novela de Amin Maalouf podría resumirse muy brevemente como la vida cotidiana de una persona cualquiera en una época cualquiera. Sin embargo, a pesar de la sencillez de esta frase, es una novela realmente interesante y entretenida. León, El africano nos muestra una vista del mundo musulmán que vive en Granada a comienzos del siglo XVI. Poco a poco, lentamente, pero siempre de una manera fluida y ligera, Maalouf nos acompaña por las ciudades más imporatanes de la época y nos presenta a los personajes más transcendentales del momento.Granada, Fez, El Cairo y Roma, son los cuatro lugares principales por los que pasa el personaje a lo largo de su vida. Pero a través de esta historia también se conocen otras ciudades realmente interesantes como Tombuctú, Alejandría o Constantinopla. Pasan por el relato, de manera próxima o lejana, personajes tan relevantes como los Reyes Católicos, el emperador Carlos V, Lutero, Barbarroja, Solimán, la familia Médici o el papa León X. En esta novela, Maalouf habla de la vida, de los progresos humanos, de las religiones, de las formas de entender la religión, del hombre madurando en cada paso que da, formándose a sí mismo gracias a las diferentes experiencias y al conocimiento de sitios diferentes y culturas distintas. Maalouf habla de las relaciones humanas más allá de las diferencias religiosas.Una de las cosas que más me ha gustado de estas historia es el equilibrio que consigue el autor entre las descripciones de lugares o costumbres y los diálogos entre la cantidad de personajes que aparecen pero, sobretodo, lo que más me ha gustado ha sido como consigue el libro colocarnos en el lugar de los musulmanes en la conquista de Granada por parte de los cristianos. Lo mejor, según mi opinión, es cómo consigue hacernos ver de una forma muy realista que los actuales españoles somos parte de los musulmanes y de que muchas de nuestras tradiciones, gran parte de nuestros avances y cultura y, además, muchos de nosotros, procedemos, posiblemente, directamente de ellos. Edgard Said, activista palestino, crítico político y teórico literario, afirmó en una ocasión, que el Islam es una “parte sustancial de la cultura española y no una fuerza exterior de la que hay que defenderse como si fuera un ejército invasor.”Debe perderse el miedo hacía aquellos que vienen de fuera, si es que puede decirse que hay alguien de fuera. El miedo hacia esto sólo nace de la ignorancia de que cuando se habla del mundo árabe, no se habla de un “afuera”.

Lucía Asensi

El elefante encadenado


Cuando yo era pequeña me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces?¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía creí en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...


Jorge Bucay

Bambú Japonés


No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: Crece, maldita seas! Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años. Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que este requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente que solo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado. De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Pero el bambú japonés sigue creciendo y cambiando aunque nada haga creer que esto sucede.