viernes, 5 de diciembre de 2008

S.O.S




Hola, ¿qué tal estás? Me doy el lujo de tutearte porque después de lo que aquí contaré y después de que sepas quién soy, me siento en el derecho de hacerlo y creo que me lo podré permitir.
Veamos... no sé muy bien cómo empezar esta carta que tantos años llevo intentando redactar, es una carta a la que podría denominar mi pequeña biografía o quizás mi pequeña señal de alarma. Me es muy difícil realizarla pues, para ello debo recordar los motivos por los que me encuentro sumida en esta profunda depresión.

Todo empezó hace mucho, mucho tiempo. Yo era una bellísima joven por entonces, extremadamente feliz que deseaba ser madre.
Después de mucho tiempo intentándolo traje al mundo a mis primeros hijos, tan sanos y bellos como yo. Eran unos hijos maravillosos que poseían habilidades increíbles y hasta entonces inimaginables para mí. Los cuidé, los alimenté y lo pasé genial a su lado pero, poco tiempo después, decidí que quería tener más hijos para volver a sentir aquella sensación de cuando son pequeños e indefensos.
Esta vez me costó menos concebirlos y poco tiempo después tenía ante mí unas hermosas criaturas que incluso poseían dones y habilidades más maravillosas que la de sus hermanos mayores; Por segunda vez en mi vida volvía a sentir esa paz y felicidad interior, pero esta vez incrementada por dos, al ser apoyadas por el recuerdo de la infancia de mis primeros hijos, y la certeza y tranquilidad de saber que mis nuevos hijos tenían hermanos de los que aprender y con los que jugar. Todo era maravilloso, yo amaba a mis hijos, ellos me amaban a mí y se amaban entre ellos.
Al cabo de muy poco tiempo me di cuenta de que mis hijos más pequeños eran mucho más inteligentes y extraordinarios que los mayores y esto, aun teniendo más hijos que cualquiera que conozcáis, apoyó mi tentación de volver a tener más hijos; quizás estos mejoraran a los anteriores como ya me había pasado una vez.
Así lo hice, esperé un tiempo y allí estaban. Criaturas hermosas, más inteligentes de lo que nunca podría haber imaginado y con una increíble capacidad de razonamiento.
Esto fue extraordinario. Estaba segura de que estos nuevos hijos, los más pequeños, cambiarían para bien a sus hermanos mayores, me ayudarían a sanar cuando fuera anciana gracias a su gran inteligencia, mejorarían todos mis errores y los de sus hermanos... ellos eran prácticamente perfectos y harían perfecto todo lo que tocaran, o al menos eso creía yo entonces...
Durante la infancia de mis pequeños todo comenzaba a transcurrir según lo previsto, hasta que un día... todo cambió.
Su inteligencia les hizo competir entre ellos e incluso destruirse unos a otros, se aprovecharon de la “menor capacidad” de sus hermanos y mataron a muchos de ellos, utilizaron la bondad e “incapacidad” de sus hermanos mayores y destruyeron sus hermosas viviendas para convertirlas en suyas... y ahora, después de todo han empezado a destruirme a mí, a su madre. Yo, después de todo, sé que son buenas personas, pero su creencia de superioridad les ha cegado y ahora no pueden parar.

Desde aquí les envío un grito de socorro.
Estoy anciana, pero no con edad de morir, sin embargo mi enfermedad y decaimiento sé que pronto acabarán conmigo, y si lo hacen, lo hará también con todos mis hijos, pues todos ellos, hasta los más inteligentes dependen de mí para todo; yo les alimento, les resguardo, les doy de beber... si yo muero, no podrán valerse por sí mismos y es a esto precisamente a lo que más temo.
Mis hijos menores han manchado la sangre de mis venas, han destrozado mis pulmones, están comenzando a arrancar tira a tira la piel que protege mi cuerpo, han hecho ácidas mis lágrimas y cuando lloro destrozo dolorosamente milímetro a milímetro mis mejillas...
Durante un tiempo aguanté, pero ahora sé que no puedo más. Mis condiciones físicas son extremas y por ello he caído en esta gran depresión de la que sólo saldré si mis hijos menores luchan por salvarme. Han destrozado mucho de mí, pero aún están a tiempo de salvarme a mí y a sus hermanos e incluso a ellos mismos.
Yo confío en ellos, les di una gran inteligencia, y si, UNIDOS, la usan correctamente, podrán salvarme de este crítico estado

Esto es lo único que yo podía hacer. Ya he mandado la señal de alarma, el resto del trabajo está en vuestras manos.

Vuestra madre que os quiere.

La Tierra...


Lucía Asensi
(cuento publicado en: Cuéntame un cuento)

El Buscador



Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco esa alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente aquel para quien su vida es una búsqueda. Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de un buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción … “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador se sintió terrible mente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar. - No ningún familiar – dijo el buscador - ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?. El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda que fu lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿ Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?…¿Una semana?, dos?, ¿tres semanas y media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El minuto y medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … ¿y el embarazo o el nacimiento del primer hijo? …, ¿y el casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje más deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.

 Jorge Bucay

jueves, 4 de diciembre de 2008

No te salves




No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si pese a todo
no puedes evitarlo

y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas

entonces
no te quedes conmigo.

Beneddeti