Yo no tenía ni 4 meses de edad cuando mi madre nos llevó a mis hermanos mayores y a mí a vivir a Costa de Marfil, Africa. Mi madre, una hermosura de piel tostada, cabello negro y ojos azul claro, tenía razones peculiares para emigrar al suelo Africano. Una de ellas, era vivir y perseguir su sueño de infancia (tener un ejército de hijos y animales viviendo todos en perfecta armonía en su granja africana) pero también entender empíricamente las enseñanzas de Jane Goodall y Dian Fossey (primatólogas de renombre) que alimentaron su sed de aventuras en su adolescencia.
Durante toda mi vida, mi madre me ofreció un buffet de preciosas enseñanzas que yo modifiqué y adapté de acuerdo con mi personalidad. Los platitos intelectuales que nos servía podían y debían ser sazonados con nuestros gustos y necesidades individuales.
Esta es una de las enseñanzas que he sazonado con mis propias experiencias:
¿Sabes cómo atrapar a un chimpancé sin lastimarlo? No tiene sentido correr, trepar árboles, usar artillería pesada o beneficiarse de nuestros avances científicos. Es sencillo; todo lo que necesitas es una pequeña caja con un agujero y un plátano.
Coloca el plátano dentro de la caja y espera. Los chimpancés son criaturas extremadamente ingeniosas que pueden improvisar comportamientos pragmáticos de acuerdo a la situación. Sólo necesitan unos pocos segundos antes de entender que tendrán que meter su brazo por el pequeño agujero para alcanzar el plátano. Sin embargo, una vez que la fruta es agarrada, el puño se vuelve demasiado grande para sacarlo del agujero. Nada les impide liberarse más que su propia y terca resolución de sacar el plátano de la caja. Ahora, todo lo que uno necesita hacer es acercarse lentamente a la caja y atrapar al auto-condenado primate.
Cuando converso con mis amigos y con la gente que conozco en el camino, frecuentemente llegamos a una conversación que me entristece: la libertad.
Muchos admiran mi libertad y la manera en que vivo mi vida, muchos amarían vivir de esta forma y muchos se quejan de su rutina diaria. Así que les cuento esta historia e insisto en que he soltado muchos plátanos para estar donde estoy hoy. Nada nos detiene de vivir plenamente más que nosotros mismos. Somos maestros de la Auto-Limitación.
Así que te invito a pensar más en cuál es tu Plátano y a soltarlo.
Porque una vez que has soltado tu plátano y te has liberado de ti mismo, te sorprenderás de ver que hay muchos otros plátanos esperando ser tomados.
Por desgracia, no hay mucho que hacer por aquellos que no son conscientes de que están sosteniendo un plátano.
Por cortesía del genial Keveen Gabet