miércoles, 4 de junio de 2014

Thimbo


Entre muchos otros, uno de mis mayores hobbies ha sido siempre leer. Desde el maravilloso día en que aprendí a hacerlo, han sido miles las historias que han pasado por mis ojos y mi mente para hacer, si cabe, un poco más apasionante mi tiempo, para crear más y más conocimientos, realidades y ficciones a mi vida.

Hace unos días, como cada año, se celebraba la feria del libro en la ciudad en la que estaba, algo que, como podréis adivinar, siempre me encanta visitar. Este año, aprovechando la ocasión, una asociación tuvo la idea de dedicar una zona a libros humanos. No sabía muy bien qué era esto cuando lo escuché, pero sin duda alguna, me atraía la idea. Thimbo nos dijo que participaría, así que no podía hacer otra cosa que acudir

Cuando llegamos, muchas otras personas ya estaban teniendo la suerte de escuchar las historias de los libros humanos, pero Thimbo, como siempre, rebosante de amabilidad, sonrió al vernos, reservó dos sillas a la sombra para nosotras y se sentó a nuestro lado. Tan solo le conocía de un par de tardes de comidas y fiestas, pero sabía que tenía mucho que contar y enseñar, aunque entonces, todavía no sabía cuánto.

Thimbo nos miró sonriendo y mordiendo levemente un lado de su labio inferior tratando de ocultar su vergüenza, pero acto seguido, clavó en nosotras sus profundos ojos negros, arqueó tímida pero decididamente sus cejas como tratando de reunir fuerzas para empezar, y comenzó a hablar. En ese momento, tuve la sensación de que podría caer dentro de aquellos ojos

Así fue. Sus profundos ojos negros y su melodiosa voz, guiados por sus palabras, acompañaron de la mano a mi mente a través de sus vivencias. Durante un periodo en el que perdí por completo la noción del tiempo y, casi, del espacio, viaje a través de sus palabras desde Senegal hasta España, viví de su mano las decisiones más duras e importantes que jamás haya tomado, viví despedidas irremplazables, luché por un sueño y decidí dar mi vida por él, vi luchar y morir, dormí en cajas de cartón, perdí la esperanza para volver a recuperarla, lloré, temí, odié, amé y, cuando, erizado cada centímetro de mi piel, mis ojos creían que no podrían aguantar más las lágrimas, una sincera y reconfortante sonrisa se dibujaba en su cara, devolviéndome, por unos segundos, al presente, donde cogía fuerzas para volver de nuevo a embarcarme en sus palabras.

No soy consciente del tiempo que pasé perdida en sus palabras, pero esa historia, esa real y cruda historia, ha sido, sin lugar a dudas, la más apasionante e inspiradora que jamás haya conocido. Es mi preferida entre las miles que haya podido leer, escuchar, ver o conocer porque incluía pequeñas dosis de cada posible emoción humana, una alta dosis de valentía y coraje que nunca dejaré de admirar y, sobre todo, porque incluía un cien por cien de realidad; una realidad que hoy, además de mi amigo Thimbo, viven cientos de maravillosas personas a las que vemos en las calles que transitamos cada día.

Gracias a él comprendí, que a veces las mejores y más apasionantes historias no se encuentran en los libros o en los cines, sino que se encuentran en ese chica que siempre se sienta en la plaza de la calle de al lado, en el chico que vende en la playa a la que siempre vamos, en el que trabaja en la panadería de abajo, en el de la fábrica de la ciudad, en el que recoge las naranjas que forman parte de nuestros sabrosos zumos En aquellos que hoy, pasan sus horas encerrados en un CIE, en aquellos que aún no hemos conocido y en aquellos que, irremediable y desgraciadamente, ya nunca tendremos la oportunidad de conocer.

Barça ba barsakh[1]





 Por Lucía Asensi





[1] Barça ba barsahk significa Barcelona o morir y es el grito de llamada lanzado por los jóvenes senegaleses que intentan alcanzar España.

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