Entre muchos otros, uno de mis mayores hobbies ha sido
siempre leer. Desde el maravilloso día en que aprendí a hacerlo, han sido miles
las historias que han pasado por mis ojos y mi mente para hacer, si cabe, un
poco más apasionante mi tiempo, para crear más y más conocimientos, realidades
y ficciones a mi vida.
Hace unos días, como cada año, se celebraba la feria del
libro en la ciudad en la que estaba, algo que, como podréis adivinar, siempre
me encanta visitar. Este año, aprovechando la ocasión, una asociación tuvo la
idea de dedicar una zona a “libros humanos”. No sabía muy bien qué era esto cuando lo escuché, pero
sin duda alguna, me atraía la idea. Thimbo nos dijo que participaría, así que
no podía hacer otra cosa que acudir…
Cuando llegamos, muchas otras personas ya estaban teniendo la
suerte de escuchar las historias de los “libros humanos”, pero Thimbo, como siempre, rebosante de amabilidad,
sonrió al vernos, reservó dos sillas a la sombra para nosotras y se sentó a
nuestro lado. Tan solo le conocía de un par de tardes de comidas y fiestas,
pero sabía que tenía mucho que contar y enseñar, aunque entonces, todavía no
sabía cuánto.
Thimbo nos miró sonriendo y mordiendo levemente un lado de su
labio inferior tratando de ocultar su vergüenza, pero acto seguido, clavó en
nosotras sus profundos ojos negros, arqueó tímida pero decididamente sus cejas
como tratando de reunir fuerzas para empezar, y comenzó a hablar. En ese
momento, tuve la sensación de que podría caer dentro de aquellos ojos…
Así fue. Sus profundos ojos negros y su melodiosa voz,
guiados por sus palabras, acompañaron de la mano a mi mente a través de sus
vivencias. Durante un periodo en el que perdí por completo la noción del tiempo
y, casi, del espacio, viaje a través de sus palabras desde Senegal hasta
España, viví de su mano las decisiones más duras e importantes que jamás haya
tomado, viví despedidas irremplazables, luché por un sueño y decidí dar mi vida
por él, vi luchar y morir, dormí en cajas de cartón, perdí la esperanza para
volver a recuperarla, lloré, temí, odié, amé y, cuando, erizado cada centímetro
de mi piel, mis ojos creían que no podrían aguantar más las lágrimas, una
sincera y reconfortante sonrisa se dibujaba en su cara, devolviéndome, por unos
segundos, al presente, donde cogía fuerzas para volver de nuevo a embarcarme en
sus palabras.
No soy consciente del tiempo que pasé perdida en sus
palabras, pero esa historia, esa real y cruda historia, ha sido, sin lugar a
dudas, la más apasionante e inspiradora que jamás haya conocido. Es mi
preferida entre las miles que haya podido leer, escuchar, ver o conocer porque
incluía pequeñas dosis de cada posible emoción humana, una alta dosis de valentía
y coraje que nunca dejaré de admirar y, sobre todo, porque incluía un cien por
cien de realidad; una realidad que hoy, además de mi amigo Thimbo, viven
cientos de maravillosas personas a las que vemos en las calles que transitamos
cada día.
Gracias a él comprendí, que a veces las mejores y más
apasionantes historias no se encuentran en los libros o en los cines, sino que se
encuentran en ese chica que siempre se sienta en la plaza de la calle de al
lado, en el chico que vende en la playa a la que siempre vamos, en el que
trabaja en la panadería de abajo, en el de la fábrica de la ciudad, en el que
recoge las naranjas que forman parte de nuestros sabrosos zumos…
En aquellos que hoy, pasan sus horas encerrados en un CIE, en aquellos que aún
no hemos conocido y en aquellos que, irremediable y desgraciadamente, ya nunca
tendremos la oportunidad de conocer.
Barça ba barsakh[1]
[1] Barça ba barsahk significa “Barcelona o morir” y es el grito de llamada
lanzado por los jóvenes senegaleses que intentan alcanzar España.
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