viernes, 9 de abril de 2010

OPTIMISMO DE CARACOL

Caminar encorvado, algo lento pero nunca pausado
Cigarro en boca y cerveza en mano…

-¿De qué esta formado el cuerpo?- preguntó con la típica seguridad y misterio que tanto le caracterizaba
Ella dijo que de agua, o de células quizás. Él, algo más acertado, afirmó que de átomos, ¿de qué si no?
-¡Átomos! ¿Y qué forma los átomos?- preguntó nuestro amigo el caracol
-¿Energía?- preguntaron casi en forma de afirmación sus atentos oyentes
-¡Exacto!, ¡Energía! ¿Qué son los átomos si no energía?, ¿qué somos los humanos si no una enmarañada mezcla de infinitos átomos unidos por enlaces de energía aparentemente invisibles?

Los jóvenes, atentos, con admiración y aún sorprendidos por el repentino tema de conversación de corte científico que había comenzado su compañero el caracol pensaron para sí mismos que tenía razón; ¿de qué si no va a estar formado el humano más que de energía?

- Sí, pero todo es energía. No solo nosotros, los humanos, estamos formados por ella. También mi ropa, esta calle y aquellos lejanos árboles son energía –se atrevió a añadir el joven.
El caracol dijo que el joven llevaba razón. Todo en este mundo no está formado más que de enormes cantidades de energía que, como dijo ya alguna vez el gran Einstein, ni se crean ni se destruyen, tan sólo se transforman.
- ¿Y no es cierto – prosiguió el caracol – que si nos encontramos solos en una habitación oscura, con los ojos cerrados y los oídos tapados y no contamos con la ayuda de ninguno de nuestros otros conocidos cinco sentidos, nos ocurre que podemos adivinar el momento exacto en el que otra persona entra en la habitación?, ¿no ocurre a veces que, al estar dormidos, nos despertamos, a veces sobresaltados, por la sensación de una presencia cercana por silenciosa que sea?
- Así es… - pensaban para sí mismos los entusiasmados oyentes
- Así es –dijo el caracol como leyendo el pensamiento de sus jóvenes amigos; y prosiguió – y esto no tiene otra razón de ser que el hecho de que dicha energía se pueda transmitir de unas personas a otras, o de un ente a otro ente si así lo preferís.

De momento, parecía que nuestro amigo el caracol se hubiera llenado de energía, de una extraña energía que parecía contagiarnos, una energía que nos hacía querer que siguiera hablando y que olvidásemos, al menos por un momento, que ya habíamos llegado a los antes lejanos árboles donde tendría lugar nuestra despedida.

- Es el hecho de que esta energía se pueda transmitir lo que hace que ciertas personas resulten más agradables para nosotros que otras, lo que hace que, cómo se dice coloquialmente, nos caigan mejor.

Los jóvenes parecían enmudecidos, tan sólo sonreían como lo hace un fiel discípulo ávido de sabiduría.

- Un día, alguien me dijo – seguía entusiasmado el caracol – que es posible hacer positivos todos los átomos de nuestro cuerpo. Es difícil, pero no imposible. Y si lo conseguimos, dicha positividad será transmitida a nuestro alrededor haciendo positivos los átomos de todo aquello que nos rodee.

Quizás, esta afirmación, en principio, pudo resultar para los jóvenes algo mística, pero el señor caracol, enemigo de creer por simple acto de fe, se encargó de añadir:
- Soy consciente de que dicha afirmación pueda parecer algo mística o espiritualista pero, dejando de lado el dogma de fe, es algo cierto que la energía existe, que nosotros la poseemos y que es posible su transmisión.

Se hizo un breve silencio, posiblemente de reflexión. Tras él, el caracol añadió:

- Quizás no sea ésta una verdad absoluta ni tajante, pero si hacemos positivos todos los átomos de nuestro cuerpo, podemos abrir las puertas de la positividad a nuestro alrededor.

De nuevo, breve silencio durante el cuál, el joven se percató de que ya hacía un rato que todos estábamos parados junto a los árboles dónde tendría lugar nuestra despedida.

- Amigo caracol, no se me ocurre mejor despedida – dijo sonriente.
El caracol respondió a su sonrisa y le abrazó.
Todos, casi al unísono, sonreímos, quizás por el hecho de ser conscientes, casi de repente, del tema del que estábamos hablando después de una loca noche de cervezas, parecía increíble.
Fue en aquellos árboles donde nuestro amigo caracol, tras su inolvidable y peculiar despedida, nos dijo adiós, posiblemente para siempre.
Y aunque nos entristece pensar que quizás ese adiós si fuera para siempre, por suerte, siempre podremos encontrar algún otro caracol. Los reconoceremos porque llevan una enorme mochila por caparazón y posiblemente, uno de sus brazos estirados con el dedo pulgar mirando siempre hacia arriba y, aunque aún no es seguro, puede que la positividad de todos los átomos de un cuerpo huela a mar.


Lucía Asensi
--Gracias a Sergio por ser un inolvidable caracol y a Jorge por plasmar al jóven de la historia--

3 comentarios:

bushi dijo...

podríamos haber seguido días y días dando vueltas por Alicante y no me habría aburrido ni un solo momento. quiero que mi manera de vivir y de pensar coincidan, como hace Sergio.

:D

Anónimo dijo...

We are all in the gutter, but some of us are looking at the stars.

xox

Dani Cerdán dijo...

vaya, vaya, vaya... bonito blog! aunque no me extraña viniendo de quién viene.

:D